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Es momento de despertar...


Actualmente, la magnitud de cuánto disfrutamos o cuánto saboreamos un rico helado se mide por la cantidad de “me gusta” que nuestra foto en las redes sociales obtenga.


Nos levantamos sintiéndonos hermosas, tanto que decidimos capturarnos en una imagen, pero pronto nuestra belleza es cuantificada por la cantidad de comentarios positivos que recibamos al subirla en Instagram, Facebook o Twitter.


Hemos dejado que en nuestros mejores momentos, nuestros teléfonos inteligentes nos roben la atención y nos prohiban disfrutar.


No hay dudas de que la tecnología es y ha sido lo mejor, ya que nos ha permitido estar en contacto con las personas más lejanas de la forma más maravillosa e increíble; pero desde el momento en el que también le permitimos que maneje nuestras vidas, nos estamos convirtiendo en seres ambulantes.

¿Cuándo fue la última vez que nos sentamos simplemente a admirar el cielo? ¿Cuándo fue la última vez que dejamos que el viento juegue con nuestro pelo? ¿Cuándo fue la última vez que observamos las maravillas que nos rodean?… Duele lo mucho que hemos llegado a ignorar y que hemos pasado por alto por estar atados a la tecnología.


Es mágico compartir un momento con quienes amamos, con ese ser especial que nos ha robado el corazón, con ese ser que nos dio la vida o con ese ser que siempre nos ha acompañado, ¿Por qué no disfrutarlo?…


Hoy es tan normal ver en un encuentro a todos tomándose fotos para subirlas a las redes, verlos actualizando constantemente el estado de “lo bien que la están pasando”, verlos tan preocupados por lo que le comentaron o no, que pareciera que nuestra vida es solo la que “vivimos” a través de las redes sociales.

Mientras estamos atados de manera excesiva a nuestro teléfono, las velas del bizcocho esperan por alguien que las apague; los globos ansían que alguien los atrape; la música desea que alguien sienta sus notas; los brazos de la pareja esperan deseosos una caricia; el hombro del amigo espera inquieto que alguien se recueste; el helado trata de mantenerse para que alguien lo disfrute; y la vida se mantiene esperanzada, esperando que alguien la viva.


Es normal que queramos gritar a los cuatro vientos nuestra felicidad, queramos que los demás se den cuenta que la estamos pasando bien, pero antes vamos a hacerlo realidad; solo en ese momento en el que realmente disfrutemos de lo que estamos haciendo, entenderemos que la cantidad de “me gusta” y los comentarios, no son los que realmente miden cuán felices somos.


Es momento de despertar.

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