Con el paso del tiempo, en el ámbito cristiano, el concepto de “ser mujer” parece estar tergiversado, incluso, vivimos una diaria exposición a conceptos tales como empoderamiento, feminismo, autosuficiencia y autocuidado, los cuales, en sí, no tienen nada de malo, sin embargo, lo erróneo está en el significado que se le otorga a cada uno, ya que está totalmente distante de la Palabra de Dios.
Dios creó a la mujer como portadora de la imagen de sí mismo:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Génesis 1:27.
Y por esta razón, las cualidades que como mujer ostentamos deben ser las mismas de nuestro Creador. En ocasiones somos rápidas para ir detrás de personas que nos inspiran con mensajes motivacionales, que nos dicen quiénes deberíamos ser, no obstante, esta manera está en muchos casos lejos de lo que es la Palabra.
Ser una mujer a la luz de la Palabra no es solamente cuestión de conocimiento, es cuestión de transformación. Mientras más leemos, meditamos y estudiamos la Biblia, también debemos esforzarnos por aplicar sus principios a nuestras vidas. Esto significa vivir el amor, la compasión y la gracia que Dios nos enseña a través de su Palabra.
“Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos”. Santiago 1:22.
Cuando aplicamos la Palabra de Dios en nuestra vida diaria, esto nos permite predicar con el ejemplo y convertirnos en testimonios vivientes de su amor.
La mujer virtuosa de la que habla la Biblia en el libro de Proverbios es una mujer bendecida que vive de acuerdo con los principios de Dios y dentro de su voluntad.
Cuando una mujer vive para el Señor, ella se convierte en una bendición. Influye amorosa y positivamente en la vida de su familia y la de los demás.
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