Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; Y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. 2 Pedro 1:5-7
Este mes de septiembre, antesala del último ciclo del año, nos proponemos estudiar acerca de la templanza. Como hemos visto hasta ahora, una cualidad, fruto del Espíritu Santo que está relacionado con el dominio propio y el autocontrol.
La templanza es resultado de nuestra comunión con el Espíritu Santo. No se da porque sí, puesto que, en un mundo tan decadente, es necesario que ejerzamos dominio propio en nuestras vidas para poder vivir en amor fraternal con otros (Gálatas 5:22).
Como hemos podido ver estos nueve meses, se hace necesario vivir en comunión con el Espíritu Santo para lograr vivir vidas consagradas y agradables al Señor, pues nuestra carne y nuestros deseos sólo buscan agradarse a sí mismos. Por lo general, somos seres egoístas y enfocados en lo nuestro. (Romanos 7:21-25, Romanos 13:14). La templanza es una invitación a no tener excepciones con el pecado, sino más bien a vivir una vida transformada por medio del Espíritu Santo, quien nos acompaña en medio de las pruebas pero también en medio de los desafíos, (que no siempre son negativos pero nos llaman a salir de la zona de confort y a realizar cambios en nuestras vidas). Sencillamente, si quiero vivir una vida en constante transformación debo aprender a desarrollar la templanza.
Cuando logramos desarrollar la templanza, desarrollamos la capacidad de aconsejar, de medirnos con respeto a qué cosas podemos hacer y cuáles son las que nos convienen (1 Corintios 10:23). La templanza busca que nuestra vida tenga un equilibrio entre aquello que me gusta hacer pero no me edifica, con respecto a aquello que debo hacer pero no es del todo de mi agrado. Un ejemplo de ello es nuestra alimentación, nos encantan los dulces pero su consumo excesivo nos puede enfermar. Otro ejemplo es la administración de nuestros recursos económicos, compramos cosas que no necesitamos porque nos gustan, pero esa falta de templanza o autocontrol nos afecta porque no logramos ahorrar o incluso vivimos endeudados.
La templanza fue parte de la transformación de muchos hombres a lo largo de la historia, pues les permitió desarrollar la disciplina. Pablo, el apóstol, es un ejemplo de vida transformada por medio de la templanza. Es el mismo Pablo quien nos dice en 1 Corintios 9:27: "Al contrario, vivo con mucha disciplina y trato de dominarme a mí mismo. Pues si anuncio a otros la buena noticia, no quiero que al final Dios me descalifique a mí". Pablo sabía que si no se mantenía cultivando la templanza en su vida podría caer, y todo el cambio que había logrado por medio del Espíritu Santo al convertirse, se iría al traste y su vida volvería al caos y desorden del pecado. Pablo aprendió que no podía ser permisivo con nada que lo alejara de Dios, sino que debía ser radical y mantener su enfoque en cuanto a la meta que tenía delante (Filipenses 3:14).
Una vida que se transforma por la templanza es una vida que se desarrolla en integridad, que, a pesar de los problemas y situaciones, podemos continuar caminando bajo las directrices de nuestro Dios, soberano y Rey (Salmos 32:8). La templanza no solo nos prepara para la gloria venidera (Romanos 8:18), sino que también nos permite mantenernos en control físico, mental y espiritual, y eso resulta en que estamos capacitados para ser más eficaces en nuestra misión de predicar y vivir de tal modo que otros recuerden a Cristo al conocernos (Mateo 28:19-20; 1 Corintios 10:31).
Transformar nuestras vidas por medio de la templanza es una cualidad que al desarrollarla impacta todas las esferas de nuestras vidas, pues nos ayuda a definir que nuestra prioridad es Dios, y por ende si nos vamos a preocupar por algo, es por complacerlo a Él y no a los demás. Nos ayuda a entender que, si logro liderarme, podré apoyar y acompañar a otros mediante el asertividad y la empatía. La templanza me ayudará a ser una persona más saludable, pues podré tener hábitos en favor de mi bienestar, y nos ayudará a ser mejores administradores y profesionales, pues la templanza nos ayuda a ser personas transformadas que ayudan a otros a transformar sus vidas.
Oremos unidos en nombre de Jesús, pidiendo que sea Dios quien nos ayude por medio del Espíritu Santo a desarrollar la templanza, a tener dominio propio y a ejercitar nuestro autocontrol en cada minuto o circunstancia de nuestras vidas para darle honra y gloria a Su nombre. Que sea septiembre, el mes donde nuestra vida sea transformada a través de la templanza. Amén.
¡Dios te bendiga!
Comments