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Homenaje al personal de salud: "¡Gracias por poner en pausa su mundo por nosotros!"


El sol aún no ha terminado de salir, pero ya sus ojos están abiertos y listos para una nueva jornada. Siente el cuerpo pesado, realmente está agotada... pero de alguna forma es ese mismo cansancio el que le empuja a levantarse y continuar.


El aroma del café le hace sonreír y sentir un poco de paz, por un instante todo parece tan calmado...


Pronto el sonido de una llamada le hace volver a la realidad, no tiene ni que contestarla para saber de qué se trata. Le esperan, se debe marchar.


Enciende su vehículo y se dispone a ir por ese camino que diariamente y a toda hora le ha tocado recorrer. Pero no sin antes ir hacia la habitación de su pequeña para despedirse en silencio, mientras ella duerme. Las lágrimas se alojan en sus ojos mientras siente que se le aprieta el corazón... y es que no sabe a qué hora e incluso cuándo volverá a verle.


"¿Lo estaré haciendo bien?" Se pregunta, pero sin darse tiempo a responder tan solo respira, volviendo a cerrar la puerta, como quien acepta la mochila que un día decidió cargar.



Va y se despide con amor de su esposo, quien se está despertando para también alistarse e ir a trabajar. Con un beso sella su despedida y se marcha.


Pronto esa paz que le llenaba al salir el sol desaparece y toman su lugar las luces blancas de los pasillos, la voz que sale de un altavoz llamándole a ella y a otros especialistas, el sonido de unas camillas arrastrándose en el piso y el olor a medicamentos y esos materiales que ella ya conoce... ¡Ha empezado la jornada en el hospital!


Entre quirófanos, consultas, charlas médicas, debates de casos, revisión de records, historias clínicas, conversaciones con enfermeras pasa su día. Se olvida comer, no hay tiempo para ello. "Pronto lo haré", se repite, aunque sabe que probablemente no lo hará hasta regresar a casa. Y es que para ella es más importante su labor, el bienestar de sus pacientes... tanto que se olvida de ella, otro día más.


Cuando al fin tiene unos minutos, ella toma el celular y entre llamadas perdidas y mensajes de pacientes, navega hasta llegar a la agenda telefónica. Le marca a su pequeña. "¡Feliz cumpleaños!" Le dice nuevamente con lágrimas que parecen asomarse.


"¡Te espero mami!" Le responde la niña llena de ilusión, mientras sueña con su gran fiesta de la noche. "¡Ahí estaré!" Ella le responde, mientras se ve obligada a colgar rápidamente la llamada porque una nueva emergencia ha llegado. Toma pronto lo que necesita y corre; corre por los pasillos y piensa en todas las posibilidades que podrían estar ocurriendo con el paciente... busca solución.


Tras una fuerte jornada, logra llegar a casa tan solo unos minutos después de lo que prometió. Se baña rapidamente y se dispone a disfrutar de su familia y el cumpleaños de su pequeña. Sonríe, abraza, disfruta, canta, es feliz.


Casi es el momento de cantar cumpleaños y cortar el pastel. Ella mira el reloj y se propone que en 5 minutos anunciará a todos que se acerquen para ello. Sus pensamientos son interrumpidos con el sonido del celular. Su corazón se aprieta... todos hacen silencio y la miran. No hay necesidad de hablar.


Debe marcharse tan pronto como pueda, una vida espera por su intervención y sabiduría médica para sobrevivir. Abraza a la pequeña, y se va tratando de esquivar la mirada de todos. Sabe que tiene que hacerlo, que para eso Dios la preparó, no tiene elección.

Tras dos horas en quirófano, logra controlar la situación.


Ella respira y se dibuja una sonrisa en su rostro. "Lo logramos" le dice a su equipo. Sale de allí y se dispone a informar a la familia del paciente sobre el éxito de la cirugía. Una pequeña niña, tal vez con la misma edad que su hija, se pone de pie y la mira ansiosa con un peluche en sus manos. Su corazón vuelve a apretarse, pero esta vez es por la gratitud de poder decirle "tu mami está bien, todo salió bien".


Ante sus ojos ve como el padre que antes lloraba y lucía preocupado abraza a su hija y alegres dan gracias a Dios. "Valió la pena", se dice ella misma. Es su premio, su galardón, su vocación.


Regresa a casa en silencio para no despertar a nadie. Nota el desorden de la casa luego de la fiesta, el pastel medio cortado, vasos regados por doquier. Pero también sonríe, porque sabe que su familia la pasó muy bien. Llega a su habitación, evitando despertar a su esposo y su pequeña.


Sin embargo, al abrir la puerta ve que allí estaban ellos dos, esperándola para soplar una vela con un pedacito de pastel. Ahora sí le da permiso a las lágrimas para que salgan sin tratar de detenerlas, corre a abrazarles y a cantar con ellos.


Su vida no es fácil, más bien ni de ella es. Le pertenece a sus pacientes, a su familia entre tanto puede. Se siente agradecida por ello... porque en realidad, aunque a veces resulta doloroso, aunque a veces se siente sin fuerzas, aunque a veces lamenta no estar donde quiere cuando quiere... ella sabe que vale la pena ser instrumento de Dios para salvar vidas... y agradece que su familia lo entienda.


Honremos a todos los médicos, enfermeras y personal de salud del mundo. Quienes ponen todo en pausa por nosotros y sus pacientes. ¡Gracias por tanta devoción y entrega! Dios les siga bendiciendo.


Inspiración de una hija de médico

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