La bondad brota de un vivo interés por el bienestar ajeno, y se evidencia en actos serviciales y palabras amables. La persona bondadosa hace el bien a su prójimo y evita todo lo que pudiera perjudicarlo. Es amigable, compasiva, generosa y considerada con los demás. Tal como el apóstol Pablo nos exhorta: “Vístanse de los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia” (Colosenses 3:12). La bondad, por tanto, debe formar parte de nuestro “atuendo” diario.
Ahora que sabemos el concepto de bondad, podemos comprender que la bondad de Dios es aquella que se manifiesta a través de su benevolencia hacia nosotros, beneficiando nuestras vidas con sus bendiciones.
Dios en su bondad vino al mundo en forma de hombre, vivió una vida perfecta, murió crucificado, resucitó al tercer día, ascendió al cielo y ahora gobierna todo mientras su pueblo espera su regreso.
Y, ¿cómo no agradecer y compartir todo lo que Dios ha hecho por nosotros?
La bondad de Dios nos llama a ser misericordiosos, a dar de esa gracia que hemos recibido, a ser compasivos, amables, íntegros y gentiles, no solo con los que nos tratan bien, sino con todos los que nos rodean, sean estos “buenos o malos”. "Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5:45). Nuestro llamado es extender la bondad de Dios sin hacer distinción del beneficiario.
¿Cómo compartir la bondad de Dios con los demás? Contando tu testimonio, y es que no hay nada mejor que contar lo que Dios ha hecho en tu vida.
Te cuento a resumidas cuentas que mi testimonio es un relato lleno de la gracia y misericordia de Dios, que transformó mi vida a la edad de 20 años. Soy de Saltillo, Coahuila, México, en mi adolescencia viví el divorcio de mis padres, esto me llevó a experimentar una profunda tristeza en mi corazón. Me aparté de la iglesia, cada fin de semana era de fiesta, amigos y nada me llenaba, hasta que un día por consejo de mi mamá vuelvo a la iglesia, me invitan a un congreso de jóvenes, decido ir y es ahí donde tengo un encuentro significativo con Jesús, recuerdo que solo lloraba, hubo un momento donde me postré de rodillas y le dije: Señor, aquí estoy, te entrego mi vida, ya no quiero ser igual, sáname, cámbiame, quiero seguirte, fue ahí donde sentí su paz, su amor y su perdón. Después me bauticé, vinieron muchas pruebas, entre ellas pérdidas de familiares muy queridos, etc, (nada fácil el asunto, así es vivir cerquita de Dios, pero no te espantes, que si lo tenemos a Él, cualquier carga es ligera). Nada de eso me impidió servir al Señor, aquella joven que no tenía a Dios como prioridad tuvo hambre y sed de Él, en mi búsqueda de Él llegó esta hermosa Comunidad a la que llamo familia y que me ha ayudado mucho en mi crecimiento espiritual, y prueba de la bondad de Dios es que hoy estoy aquí escribiendo este mensaje para ti.
Un versículo que ha sido un faro en mi vida es Isaías 41:10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. Este versículo me recuerda a quién tengo a mi lado, ¿qué más necesito? ¿Si Dios es conmigo, quién contra mí?
Dice la letra de una hermosa alabanza: En mi vida has sido bueno, en mi vida has sido tan fiel, con mi ser con cada aliento, yo cantaré de la bondad de Dios… ¿Te animas a cantar y contar lo que Dios ha hecho en tu vida?
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