Sin duda alguna la bondad de Dios es uno de los atributos más destacados de Su carácter, y como cristianos, estamos llamados a reflejar esta bondad a los demás. Este mandato no solo es una cuestión de comportamiento, sino que también es una expresión de nuestra fe y testimonio del amor de Dios. A través de nuestras acciones, palabras y actitudes, podemos ser instrumentos de la gracia de Dios en un mundo que necesita esperanza y compasión.
En el Salmo 34:8 se nos invita a experimentar esta bondad personalmente: “Gusten y vean que el Señor es bueno; dichoso el hombre que confía en él”. Este versículo no solo nos invita a reconocer la bondad de Dios, sino a vivir en una confianza que brota de esa bondad.
Asimismo, en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo exhorta a los creyentes a exhibir los frutos del Espíritu, entre los cuales se destaca la bondad (Gálatas 5:22-23): "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley". Esta bondad no es algo superficial, sino una virtud profunda que se manifiesta en acciones concretas de amor y servicio.
¿Cómo puedo yo reflejar la bondad de Dios?
A través de las acciones diarias: Jesús nos enseña en Mateo 5:16: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Nuestras buenas obras deben ser evidentes y reflejar el carácter de Dios. Esto puede ser tan simple como ayudar a un vecino en necesidad, ofrecer una palabra de aliento a un amigo o ser pacientes y comprensivos con aquellos que nos rodean.
En el servicio a los demás: La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) es un ejemplo poderoso de cómo la bondad de Dios puede ser reflejada a través del servicio desinteresado. El samaritano mostró compasión y actuó en consecuencia, sin esperar nada a cambio. Este tipo de servicio refleja el corazón de Dios y es un testimonio vivo de su amor.
Mediante palabras edificantes: Proverbios 16:24 nos recuerda: "Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos". Nuestras palabras tienen el poder de sanar y edificar. Hablar con bondad y verdad puede ser un bálsamo para las almas heridas y un reflejo de la gracia de Dios.
Demostrando perdón y misericordia: En Efesios 4:32 se nos insta a ser bondadosos y compasivos: "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo". El perdón es una de las formas más profundas de mostrar la bondad de Dios, ya que refleja el perdón que hemos recibido a través de Cristo.
De modo que para vivir de manera que reflejemos la bondad de Dios, debemos permitir que el Espíritu Santo trabaje en nosotros, moldeando nuestro carácter y nuestras acciones conforme a la imagen de Cristo. Esto requiere una vida de oración, estudio de la Palabra y una comunidad de propósito que nos apoye y desafíe a crecer en santidad.
La bondad de Dios cuando se manifiesta a través de nosotros, no solo bendice a aquellos que nos rodean, sino que también nos transforma y nos acerca más al corazón de Dios. Como embajadores de Cristo, tenemos el privilegio y la responsabilidad de ser faros de luz en un mundo oscurecido por la desesperanza y la división.
Reflejar la bondad de Dios es una misión primordial para cada cristiano. A través de nuestras acciones, servicio, palabras y perdón, podemos ser un testimonio vivo del amor y la misericordia de Dios. Al hacerlo, no solo damos gloria a Dios, sino que también sembramos semillas de esperanza en las vidas de aquellos con quienes interactuamos. Recordemos siempre las palabras de Jesús en Juan 13:35: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros". Que nuestra vida refleje siempre la bondad infinita de nuestro Señor.
Que este mes, la bondad sea hallada en ti como invaluable tesoro para gloria de Su nombre.
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