¿Recuerdas la típica escena donde se ve un barco a la deriva y presentan a un novato llevando el timón de aquí para allá sin saber cómo manejarlo? Bueno, pues así es como debemos vernos tú y yo cuando no sabemos quién dirige nuestras vidas.
A medida que vamos creciendo y nos vamos desarrollando realizamos planes y trazamos proyectos. Idealizamos una vida de ensueño y nos dejamos guiar por nuestra intuición y nuestro criterio. Llega un punto en el que las cosas no salen como planeamos y sentimos que nuestra vida va día a día cayendo en una vorágine que amenaza con dejarnos en medio del caos. Y aquí viene esa gran pregunta que sé que todas nos hemos hecho en algún momento: ¿Por qué me siento estancada?
Permíteme decirte que ese estancamiento que en ocasiones sentimos está relacionado con en quién o qué depositamos nuestra confianza; a quién o qué dejamos que dirija nuestra vida.
Muchas veces nos vemos empujadas a tomar decisiones basadas en nuestra propia convicción o dejamos que las circunstancias de la vida sean las que dicten nuestro próximo paso y se nos olvida que como hijas de Dios debemos darle la primicia de nuestros planes y permitir que su bendita voluntad se haga presente en nuestras vidas.
En Jeremías 29:11 el Señor le dice al pueblo de Israel “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Permitir que Dios nos dirija a través de su Santo Espíritu nos va a garantizar que todo lo que hagamos fluya para bien, independientemente de lo que encontremos en el camino.
Dejarnos dirigir por el Señor implicará que neguemos nuestros propios deseos porque entendemos que lo que Él determina para nosotros es lo mejor. Y este es un proceso que duele y cuesta sacrificio, sobre todo, en un mundo en donde a diario se nos bombardea con mensajes como “tú eres la dueña de tu vida”, “puedes lograr todo por ti misma” o el llamado continuo al “empoderamiento femenino”.
Entender que debemos dejarnos dirigir por Dios es comprender el significado pleno de Mateo 16:24: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Este proceso de negación tomará su tiempo. Tendrás que dejar de confiar en tus talentos, en tus habilidades; tendrás que rendirte en un acto de plena confianza al Señor. Incluso, tendrás que rendir tu tiempo y tu humanidad ante el trono de la gracia y aferrarte al propósito que él ha determinado para ti, aunque en el camino tengas que dejar a un lado tus sueños.
Si retomamos nuestra escena cinematográfica del principio, es posible que también recordemos una segunda escena en donde entra un señor experimentado en navegación al que todos llaman capitán y solo realiza unas cuantas maniobras para lograr sacar el barco de la tormenta. Todo está en calma. El viento en popa lleva al barco a su destino. Pues así, querida amiga, es como se ve nuestra vida cuando permitimos que el Señor dirija nuestros pasos.
Jesús sigue en la barca. Él solo espera que tú le llames y reconozcas que necesitas que él te dirija en todo lo que vayas a emprender y te aseguro que poco a poco tu vida tomará rumbo a puerto seguro.
¡Dios te bendiga!
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