El sermón del monte es uno de los discursos de la biblia de los que más se ha hablado y predicado a lo largo de la historia del cristianismo. En este gran y extenso mensaje, nuestro Señor Jesucristo instruyó a la multitud mediante parábolas y analogías, acerca de cómo debe caminar una persona cuyo propósito e intención es agradar a Dios sobre todas las cosas.
Una de estas analogías es la de la lámpara encendida, la cual se encuentra en Mateo 5:14-16. Jesús les dice a los presentes que ellos son la luz del mundo y como tal su rol es iluminar a los demás. ¿Puedes ver la magnitud de esta tarea? El Señor confía tanto en ti y en mí que sabía que tendríamos la capacidad de poder llegar a otros de una manera positiva.
Ahora bien, ¿puede una lámpara sin combustible o energía tener la capacidad de iluminar? Por supuesto que no. Todos sabemos que, si descuidamos las bombillas de la casa y no las cambiamos cada cierto tiempo, estas empiezan a bajar su capacidad iluminativa y la estancia empieza a tornarse oscura, por lo que es de suma importancia que estemos pendientes de esto si no queremos tener algún accidente en medio de la oscuridad.
Esto nos lleva a reflexionar en qué llevamos dentro de nosotros. Así como no es posible que una lámpara sin combustible tenga la capacidad de iluminar, nosotros como hijos de Dios no tenemos la capacidad de mostrar el resplandor del Espíritu Santo si nuestra llama no está encendida. Cuando estamos alimentando de manera constante nuestra relación con el Señor a través de la comunión con nuestro consolador, podemos evidenciar cada uno de los frutos del Espíritu y los demás ven a Cristo a través de cada uno de nosotros; no obstante, si no alimentamos la llama de Dios en nuestro interior, lo que se empieza a manifestar en nuestras vidas son las obras de la carne, algo que evidentemente solo nos sumerge en un mundo de oscuridad debido al pecado.
Es por esta razón que no debemos descuidar nuestra relación con el Señor. Estamos llamados a ser luz, a portar la evidencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. En otra parábola Jesús habló de que Él es la vid verdadera y la única forma de dar frutos es permanecer en Él (Juan 15:1-4). ¿Cómo logramos esto? Manteniendo una actitud de humillación ante el Señor, buscándole a tiempo y fuera de tiempo, buscando Su voluntad en nuestras vidas por encima de todo lo que se nos presente.
Y será un camino difícil al principio. Nuestra carne siempre querrá empujarnos a alimentar hábitos que nos alejan de la presencia del Señor. De una u otra forma el enemigo de la justicia utilizará todas las artimañas posibles para distraernos y desenfocar nuestra mirada del autor y consumador de la fe. Tú y yo somos los que tenemos la responsabilidad en nuestras manos de mantenernos en pie de guerra y llevar por dentro la luz de Cristo.
Nadie puede mostrar lo que no tiene. Cuando intentamos mostrar una luz que no poseemos, lo único que sucede es que cual bombilla de luz intermitente, lo único que logramos es demostrar que hay un problema con nuestro interior y no tenemos la capacidad de iluminar a otros. Es por esto que te invito a que reflexiones detenidamente en estas preguntas: ¿Qué llevo dentro de mí? ¿Está mi vida alineada a los designios del Señor a través del Espíritu Santo? ¿Es mi vida un referente de Cristo para los demás? ¿Las personas ven la obra del Señor a través de mi vida?
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