Para muchas personas, elegir una pareja puede resultar complicado ya que vivimos en un mundo donde cada vez se siente menos y se aparenta más, donde todos juegan a «amar» de un día para otro, a dejar de amar en tan solo un instante y a entregar todo el corazón a la primera persona que lo pida.
Vivimos en una realidad donde poco a poco el «te amo» se va convirtiendo en una palabra más, y un abismo es la base más segura en la que se fundamenta una relación. Queremos escoger bajo nuestra propia lista de deseos, dejando de lado la voluntad de Dios para con nosotras. Con todo esto, al final sentimos que ninguna pareja nos completa ni nos hace sentir especiales, por lo que nos queda ese vacío que grita desesperado por el amor verdadero.
En la vida siempre llega ese momento donde es necesario sentarnos, redireccionar nuestras acciones y analizar nuestro proyecto de vida para poder identificar lo que necesitamos para lograrlo. Lo mismo debe suceder en el proceso de encontrar una pareja. Debemos ser capaces de conocer lo que queremos y merecemos de una relación, así como de establecer lo que podemos dar nosotras, ya que esto resultará vital para una relación funcional.
El punto no es ser exigentes hasta llegar a hacer una lista de requisitos que le quede grande a la perfección, ya que somos seres imperfectos, llenos de virtudes y defectos; pero sí es preciso saber lo que como hijas de Dios debemos tener a nuestro lado, tomando en cuenta aquello que en su palabra nos revela Él.
Algunas personas, debido a su forma de ser y a ciertas conductas, pueden restarnos y sumergirnos en un círculo tóxico que lentamente nos desgasta. Por lo que se hace lógico acercarnos a personas que causen un efecto contrario, para poder establecer un vínculo sano. Un yugo desigual nos llevará a un abismo del que solo con la firmeza en Dios podríamos salir.
Debemos tener claro que Dios nunca escogerá a alguien para nosotros que nos haga alejarnos de Él, que contradiga Su Palabra, que nos acerque constantemente al pecado ni que nos haga desviar nuestra vista de Él.
Es importante elegir a una persona con quien podamos ser nosotras mismas, sin temor a que nos juzgue o nos cohíba; una persona con quien reír a carcajadas no se considere ridículo, y con quien tener detalles no se considere cursi. Nuestra pareja debe compartir nuestro proyecto de vida, porque aunque seamos dos personas distintas y con sueños diferentes, el recorrer juntos la vida con el mismo propósito debe siempre ser el objetivo.
Es de suma importancia que, si decidimos unir nuestras vidas a alguien, sea porque junto a él podemos tener una relación en la que gana el respeto, la confianza, la comunicación y los diversos valores que pueden asegurar nuestro bienestar común. Debemos elegir a la persona con quien crear momentos maravillosos se convierta en hábito y que nuestra mayor rutina sea consentir y dar magia a nuestra relación. De igual forma, esa persona debe ayudarnos a ser mejor cada día y nosotros debemos ser su inspiración para que también intente serlo.
No obstante, para poder encontrar una persona con quien vivir de la mano y enfrentar la vida, es recomendable trabajar antes en nuestra autoestima, reconocer nuestra identidad.
Parte de la felicidad es encontrar un ser maravilloso que nos complemente y con quien cultivar algo especial. Y aunque muchas veces se vea difícil, basta con entrar a Dios por completo en la ecuación, cambiar de perspectiva, amarnos y colocar ese filtro para impedir relaciones que nos consuman como personas.
Ninguna persona ni relación de pareja es perfecta, por lo que muchas de estas características deben ser cultivadas como equipo que sostiene una promesa de amor. No encontraremos una relación estable de la nada, porque esta surge de la disposición, la entrega y el amor que día a día ambas personas se regalan.
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